martes, 20 de noviembre de 2012

New York - Lunes 09/07


Ese día nos tocaba visitar otro de los archiconocidos iconos de Nueva York, el Empire State Building. No teníamos prisa, ya que teníamos las entradas reservadas por internet con la hora de subida. Fue un acierto hacerlo ya que, aunque el precio es el mismo, te evitas de esperar la larga cola que hay allí para comprarlas y se entra del tirón. Son 25$ dólares cada uno. Se puede elegir entre comprar hasta el piso 86 ó el 102. Evidentemente, si se compran para el 102 salen un poco más caras. Decidimos ir hasta el 86 porque había leído que más arriba no merecía la pena, ya que no es tan la diferencia de altura y lo que hay es una especie de cristaleras para asomarse un poco. Como no lo he visto yo misma no puedo opinar, pero creo que el piso 86 es más que suficiente, no creo que merezca la pena pagar más por asomarse a un cristal. www.esbnyc.com
A medida que te vas acercando al edificio, más te van agobiando los vendedores de entradas para que se las compres, así que tuvimos que ir esquivándolos a todos para que no nos entretuvieran.
Llegamos al edificio a la hora prevista. El hall en sí ya es impresionante, muy alto y con todas las paredes de mármol. También vimos una tienda, con los peluches de King Kong de recuerdo.
 
Con los mismos papeles que teníamos impresos de casa nos pasaron un lector por el código de barras y accedimos a los controles de seguridad sin ningún problema. Y sí, la verdad es que había bastante cola para comprar las entradas y eso que nos pudimos evitar. Hay que aprovechar bien el tiempo porque cuando tienes cosas por ver el día se te pasa volando. Pasamos al ascensor para subir hasta el mirador. Casi no da tiempo ni de enterarse, cuando ya ha subido los ochenta y tantos pisos.

 

Una vez que se accede al mirador, se puede estar allí todo el tiempo que se quiera y lo bueno es que no dan acceso a más personas hasta que otras van saliendo, con lo que no llega a masificarse. Estuvimos más de una hora arriba haciendo fotos desde todos los ángulos y viendo detalles de edificios que es imposible apreciar desde la calle. Desde la altura es cuando se puede apreciar totalmente la magnitud que tiene la ciudad, el tamaño de los rascacielos y la longitud de las avenidas.



 
Una vez que terminamos con el Empire State dimos un paseo por la zona hasta que llegamos andando al edificio Chrysler (uno de mis favoritos) y entramos en la Estación Central, que está casi al lado.


 
Interior de la Estación Central:


Nada más entrar en la estación, nos resultó totalmente familiar, ya que ha salido en muchísimas películas. Es una de las cosas buenas de Nueva York, que siempre tienes la sensación de estar en un lugar conocido. La parte de abajo estaba llena de pequeños locales de comidas de todo tipo. Echamos un ojo por si nos quedábamos a comer por allí, pero había demasiada gente y demasiado bullicio como para comer tranquilos y salimos a seguir andando.


 

Buscando dónde comer, paramos en un chino que encontramos por el camino. Nos apetecía cambiar un poco el tipo de comida y comer algo más ligero. Pero nos equivocamos. Se ve que allí las cantidades de comida son monstruosamente grandes, te metas donde te metas y no hubo forma de terminar con unos tallarines con carne y un plato de pollo agridulce. Una vez más, salimos rodando después de la comida.
 
Tras la comilona nos fuimos andando hasta la zona de la ONU. Curioso al menos para ver los edificios, pero si se va con poco tiempo no es imprescindible. Edificios muy modernos, algunas esculturas y mucha seguridad. Si se pasan los controles de seguridad pertinentes, se puede acceder a una zona de paseo junto al río, pero no lo intentamos.

 

 
La tarde iba avanzando. Una de las cosas que teníamos apuntadas para ver si daba tiempo, era un portaaviones que actualmente es un buque museo. Podría haber sido interesante y tenía curiosidad por verlo, pero estaba demasiado lejos de todo, íbamos a perder demasiado tiempo en ir y volver. Otra cosa que quedó en asuntos pendientes.
Como ya era una hora un poco mala, tarde para unas cosas y temprano para otras, nos decidimos a volver a la zona de Seaport, que nos había gustado mucho y así poder verla con un poco más de detalle. Por allí estuvimos descansando un poco cerca del río y viendo tiendas. Desde esa parte hay vistas muy bonitas del puente de Brooklyn.
 


 
Me quedé con las ganas de tomarme uno de estos, pero tomarme yo sola un cóctel gigante mezclado con dos Coronitas y luego coger el metro, me pareció una mezcla arriesgada. Me tuve que conformar con el recuerdo de la foto.
 
 
Esa noche al llegar al hotel ya estábamos bastante cansados y no teníamos demasiada hambre tras el empacho asiático, pero se nos ocurrió ir a un McDonald´s que había justo en frente del hotel. Es una tontería, pero tenía curiosidad por probar si las hamburguesas eran iguales que en España. Pedimos menú Big Mac y, efectivamente, son exactamente iguales en todo incluso el sabor de las patatas. Quizás la carne estuviera un poco menos seca que la de aquí, pero lo demás idéntico. Duda resuelta.
 


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