Empezamos desde el primer día con la costumbre de
levantarnos bastante temprano para aprovechar el día al máximo, así que a las
7:30h ya estábamos en planta. Una ducha y
dejamos el hotel para ir a desayunar. No habíamos contratado desayuno en
el hotel porque preferíamos tener la libertad de elegir sitios diferentes cada
día y probar cosas nuevas. Fue un acierto, porque así no tuvimos ataduras de
horarios y nos salió mejor de precio. Había multitud de sitios con todo tipo de
desayunos desde sandwiches a puncakes, huevos, tortillas y, por supuesto, los
Dunkin Donuts, en donde nos enganchamos al Ice Caramel Coffee, tamaño cubo.
Fueras donde fueras, los desayunos eran impresionantes y me encanta ese momento
tan de película de que estén ofreciéndote todo el tiempo rellenar la taza del
café.
Después de un buen desayuno, nos fuimos para el metro. Nos dimos
cuenta del calor y la humedad tan horribles que hacía, porque eran poco más de
las 9 de la mañana y ya estábamos sudando. Si ya de por sí hace calor en
verano, tuvimos la mala puntería de que nos pillara una ola de calor los
primeros días que estuvimos. El plan para el día era intenso pues íbamos a ver
lo máximo posible de Central Park y algún museo de los que están a en sus
laterales, el Metropolitan o el de Historia Natural. Además, era 4 de julio,
Día de la Independencia de EEUU y queríamos ver los fuegos artificiales por la
noche.
Llegamos a Central Park, enorme y muy bonito. A pesar de ser
un día tan caluroso, era bonito con tanta luz. Lleno de gente por todas partes,
familias con niños, haciendo deporte, paseando a los perros. Y esa sensación de
conocer el lugar de antes. Guía en mano, decidimos hacer un recorrido por la
parte sur del parque buscando los puntos de interés, como estatuas conocidas,
fuentes, el lago con los barquitos teledirigidos. Son paradas obligatorias la
Fuente del Ángel y la Estatua de Alicia en el País de las Maravillas, el
mosaico de Imagine dedicado a John Lenon y, cómo no, las famosas ardillas de
Central Park, que están por todas partes.
Fotos del lago, la fuente del ángel, el mosaico dedicado a
John Lenon en Strawberry Fields y el puente que aparece en una de las películas
de Spiderman.
Nos dimos una buena caminata por el parque, y en cada rincón
encontrábamos un sitio ideal para una foto bonita. Parábamos mucho en las
fuentes a refrescarnos y a comprar
bebidas porque hacía mucho calor y andando, andando, pasaron las horas y llegó
la hora de la comida. Salimos del parque en dirección al museo Metropolitan, ya
que era el que se encontraba más cerca de la parte del parque en la que
estábamos.
No queríamos perder mucho tiempo buscando dónde comer para
aprovechar el tiempo en el museo y, muchas de las cosas buenas de NYC es que
puedes encontrar cualquier tipo de comida, a cualquier hora y en cualquier
parte. Nos fuimos hasta la entrada del museo y compramos en unos de los
puestecitos que hay en la entrada. Por unos 12$ comimos los dos una especie de
híbrido entre hot dog y kebab gigante más la bebida. Nos quedamos hartos y
estaba bastante bueno. Y sentaditos en la sombra en las escaleras del museo
como buenos guiris, con las palomas al acecho de lo que se nos cayera.
Tanto el museo Metropolitan como el de Historia Natural cuestan
25$. En ambos casos te ofrecen la opción de “Pay as you wish”, es decir,
que puedes pagar lo que quieras, incluso 5$ por entrada, así que cada uno puede
ajustar según su presupuesto y es algo que hay que tener en cuenta para ahorrar
un dinerillo en el viaje. Nosotros íbamos para la entrada del museo decidiendo
cuánto íbamos a pagar y tuvimos la suerte que un chico se acercó a preguntarme
si íbamos a entrar en el museo y al decirle que sí, me dio sus entradas porque
él ya se iba y no las iba a utilizar, así que gracias a él entramos totalmente
gratis.
Entramos sobre las 15h y nos quedamos hasta el cierre, si no recuerdo mal sobre las 18:30h. Y del museo qué puedo decir…es una maravilla y habría que dedicarle días para verlo con detenimiento. Galerías de Egipto, Grecia, Época medieval, Oceanía, África…Vimos todo lo que pudimos, pero evidentemente, sin pararnos con detenimiento a leer cada cartel, pero aún así creo que aprovechamos bastante el tiempo. Me llamó mucho la zona de África, quizás porque es algo que estamos menos acostumbrados a ver.
Desde allí nos fuimos a la zona de río para buscar sitio
donde sentarnos para cuando empezaran los fuegos artificiales. Mientras
esperábamos, observamos el ambiente y todo muy como en las películas, todos con
sus banderas y camisetas patrióticas. Hasta ese momento de estar allí sentados
esperando, no me di cuenta de lo cansadísima que estaba y hubo un rato que
hasta me dormí sentada en el banco. Vimos los fuegos, que no nos parecieron
nada del otro mundo, aunque sí el ambiente y de allí volvimos al metro para
cenar cerca del hotel. Estábamos muy cansados y no queríamos que se nos hiciera
demasiado tarde.
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