Ese día nos tocaba visitar otro de los archiconocidos iconos
de Nueva York, el Empire State Building. No teníamos prisa, ya que teníamos las
entradas reservadas por internet con la hora de subida. Fue un acierto hacerlo
ya que, aunque el precio es el mismo, te evitas de esperar la larga cola que
hay allí para comprarlas y se entra del tirón. Son 25$ dólares cada uno. Se
puede elegir entre comprar hasta el piso 86 ó el 102. Evidentemente, si se
compran para el 102 salen un poco más caras. Decidimos ir hasta el 86 porque
había leído que más arriba no merecía la pena, ya que no es tan la diferencia
de altura y lo que hay es una especie de cristaleras para asomarse un poco.
Como no lo he visto yo misma no puedo opinar, pero creo que el piso 86 es más
que suficiente, no creo que merezca la pena pagar más por asomarse a un
cristal. www.esbnyc.com
A medida que te vas acercando al edificio, más te van
agobiando los vendedores de entradas para que se las compres, así que tuvimos
que ir esquivándolos a todos para que no nos entretuvieran.Llegamos al edificio a la hora prevista. El hall en sí ya es impresionante, muy alto y con todas las paredes de mármol. También vimos una tienda, con los peluches de King Kong de recuerdo.
Con los mismos papeles que teníamos impresos de casa nos
pasaron un lector por el código de barras y accedimos a los controles de
seguridad sin ningún problema. Y sí, la verdad es que había bastante cola para
comprar las entradas y eso que nos pudimos evitar. Hay que aprovechar bien el
tiempo porque cuando tienes cosas por ver el día se te pasa volando. Pasamos al
ascensor para subir hasta el mirador. Casi no da tiempo ni de enterarse, cuando
ya ha subido los ochenta y tantos pisos.
Una vez que se accede al mirador, se puede estar allí todo
el tiempo que se quiera y lo bueno es que no dan acceso a más personas hasta
que otras van saliendo, con lo que no llega a masificarse. Estuvimos más de una
hora arriba haciendo fotos desde todos los ángulos y viendo detalles de
edificios que es imposible apreciar desde la calle. Desde la altura es cuando
se puede apreciar totalmente la magnitud que tiene la ciudad, el tamaño de los
rascacielos y la longitud de las avenidas.
Una vez que terminamos con el Empire State dimos un paseo
por la zona hasta que llegamos andando al edificio Chrysler (uno de mis favoritos) y entramos en la
Estación Central, que está casi al lado.
Interior de la Estación Central:
Nada más entrar en la estación, nos resultó totalmente
familiar, ya que ha salido en muchísimas películas. Es una de las cosas buenas
de Nueva York, que siempre tienes la sensación de estar en un lugar conocido.
La parte de abajo estaba llena de pequeños locales de comidas de todo tipo.
Echamos un ojo por si nos quedábamos a comer por allí, pero había demasiada
gente y demasiado bullicio como para comer tranquilos y salimos a seguir
andando.
Buscando dónde comer, paramos en un chino que encontramos
por el camino. Nos apetecía cambiar un poco el tipo de comida y comer algo más
ligero. Pero nos equivocamos. Se ve que allí las cantidades de comida son
monstruosamente grandes, te metas donde te metas y no hubo forma de terminar
con unos tallarines con carne y un plato de pollo agridulce. Una vez más,
salimos rodando después de la comida.
Tras la comilona nos fuimos andando hasta la zona de la ONU.
Curioso al menos para ver los edificios, pero si se va con poco tiempo no es
imprescindible. Edificios muy modernos, algunas esculturas y mucha seguridad.
Si se pasan los controles de seguridad pertinentes, se puede acceder a una zona
de paseo junto al río, pero no lo intentamos.
La tarde iba avanzando. Una de las cosas que teníamos
apuntadas para ver si daba tiempo, era un portaaviones que actualmente es un
buque museo. Podría haber sido interesante y tenía curiosidad por verlo, pero
estaba demasiado lejos de todo, íbamos a perder demasiado tiempo en ir y
volver. Otra cosa que quedó en asuntos pendientes.
Como ya era una hora un poco mala, tarde para unas cosas y
temprano para otras, nos decidimos a volver a la zona de Seaport, que nos había
gustado mucho y así poder verla con un poco más de detalle. Por allí estuvimos
descansando un poco cerca del río y viendo tiendas. Desde esa parte hay vistas
muy bonitas del puente de Brooklyn.
Me quedé con las ganas de tomarme uno de estos, pero tomarme yo sola un cóctel gigante mezclado con dos Coronitas y luego coger el metro, me pareció una mezcla arriesgada. Me tuve que conformar con el recuerdo de la foto.
Esa noche al llegar al hotel ya estábamos bastante cansados
y no teníamos demasiada hambre tras el empacho asiático, pero se nos ocurrió ir
a un McDonald´s que había justo en frente del hotel. Es una tontería, pero
tenía curiosidad por probar si las hamburguesas eran iguales que en España.
Pedimos menú Big Mac y, efectivamente, son exactamente iguales en todo incluso
el sabor de las patatas. Quizás la carne estuviera un poco menos seca que la de
aquí, pero lo demás idéntico. Duda resuelta.
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